Los presidentes de China y EE.UU. Xi Jinping y Donald Trump, en Pekín, 9 de noviembre del 2017.Thomas Peter / Gettyimages.ru
no pueden tolerar el avance de China
Trump tiene un objetivo claro: evitar la decadencia estadounidense.
Primer paso: la “limpieza” interna
establishment outsider
El presidente de EE.UU. Donald Trump. Gettyimages.ru
La estrategia de Kissinger inversa
En 1971, Henry Kissinger hizo un viaje secreto a China que significó el acercamiento entre ambos países. Era “la carta china” frente a la Unión Soviética. Más de cinco décadas después, EE.UU. quiere hacer lo mismo, pero alejando a Rusia de China. Por ello, el acercamiento a Rusia y las acciones claras para terminar la guerra proxy en Ucrania.
El problema de leer la historia desde una perspectiva occidental es que se deja de lado la realidad. El acercamiento a China sólo fue posible por la división sino-soviética. El contexto de hoy es absolutamente lo contrario. Es absurdo pensar que Rusia dejará de lado su relación con China, ni cualquier otro país, a cambio de concesiones a EE.UU. para terminar una guerra que está ganando militarmente.
La “doctrina Donroe”
Semanas antes de asumir la presidencia, Trump sorprendió a más de uno bajando su tono en su incendiaria retórica anti-China para concentrar su atención en Panamá, Canadá y Groenlandia. El 8 de enero, el diario the New York Post sacó una portada con una imagen de Donald Trump como profesor y con el titular “la doctrina Donroe”.
El juego de palabras es una mezcla entre el apodo del mandatario, Don, y el apellido del antiguo mandatorio James Monroe quien acuñó la doctrina de “América para los americanos” y que ha condenado a los países latinoamericanos a la intrascendencia geopolítica.
Hasta la década de los 90 del siglo pasado, la doctrina fue clave en la relación con los países latinoamericanos. Aunque hubo temporadas de alejamiento, EE.UU. siempre mantuvo su hegemonía política y económica en la región.
Después de la caída de la URSS, EE.UU. soltó el control para priorizar otras zonas del mundo y se abrió un espacio para la presencia de empresas chinas en la región que no ha parado de crecer. Hoy, China es el mayor socio comercial de la mayoría de los países. Con el inicio de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), pasará también a ser un socio imprescindible en el desarrollo de la región.
La visión de mundo que está buscando promover la nueva administración de Trump es la de un mundo dividido en esferas de influencia que convivan, sin que esto signifique algún país los supere. Es decir, hacer una especie de remake del acuerdo de Yalta.
En esta división, “su” esfera es el continente americano. Para ello, es indispensable la expulsión de los chinos de la región. Su mensaje a los países latinoamericanos es que los tiempos de la guerra fría han vuelto.
China está preparada, América Latina no
El gobierno de Trump ha mantenido una actitud ambigua hacia China. Por un lado, invitó a Xi Jinping a su ceremonia de investidura y han mantenido una actitud hostil hacia los empresarios del sector de semiconductores a quienes han amenazado con sanciones.
También retiraron de la página web oficial del gobierno la frase “no apoyamos la independencia de Taiwán”. Aunque mantuvieron la del reconocimiento del principio de “una sola China”. La acción deja espacio a muchas ambigüedades.
China también ha sido blanco de la guerra arancelaria. Aunque, cabe recordar, que los mayores socios comerciales del país asiático son los países de ANSEA y la Unión Europea. Mientras la mitad del comercio chino se realiza con países de la IFR. EE.UU. representa poco más del 11 %.
Sí, puede afectar, pero la economía china no sé derrumbará. Por ello, esta vez, los chinos dejaron de lado la paciencia y le respondieron a EE.UU. que, si quieren guerra, del tipo que sea, la tendrán.
La situación es distinta con América Latina. La región está dividida sin capacidad de respuesta conjunta a la presión estadounidense. En su mayoría son países políticamente frágiles y polarizados, con sectores poderosos sin ninguna conciencia patriótica. Algunos hasta piden una invasión estadounidense.
Con México, luego de muchas tensiones, se ha postergado el alza de aranceles hasta abril cuando entre en vigor su política de “aranceles recíprocos”. Aunque pocos tienen la misma capacidad de negociación, la dependencia de EE.UU. les pasará factura.
Panamá se queda sin la posibilidad de financiar grandes proyectos de infraestructura y sin la tecnología china para la administración de sus puertos.
El caso de Panamá es más representativo. El primer viaje de su secretario de Estado, Marco Rubio, fue a Centroamérica y logró con éxito que ese país no renovara el memorándum de entendimiento de la IFR. Además, la empresa hongkonesa CK Hutchinson vendió sus derechos de administración a BlackRock. Según su director, la decisión no tuvo relación con la política. No importa cuánto insista, nadie le cree.
Así, Panamá se queda sin la posibilidad de financiar grandes proyectos de infraestructura y sin la tecnología china para la administración de sus puertos. Todo por su falta de soberanía.
Trump: “Le creo a Putin”
Lo que sucedió en Panamá es lo que sucederá en otros países y muy probablemente, habrá algún tipo de respuesta, para aquellos que pongan resistencia. Con Trump, EE.UU. ha dejado de lado la farsa del “orden internacional basado en reglas”. Ahora, pueden ser todo lo brutales que quieran.
‘Trump 2.0’ ha vuelto a recordar por qué América Latina es vista como el patio trasero de EE.UU. Es un llamado a volver a poner temas como soberanía política y económica, patriotismo, antiimperialismo y desarrollo independiente en la agenda política. Así como la necesidad de una estructura regional, más allá del sistema político de cada país.
De lo contrario, estaremos condenados a la irrelevancia y el atraso.
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